martes, 6 de octubre de 2009

Capítulo 11: Regreso triunfal

Capítulo 11: Regreso triunfal

Nada hay más extraño, desconcertante y difícil de comprender que una aventura mágica, donde las cosas suceden, sin que nunca se sepa cómo ni por qué. Por eso, cuando la pavorosa serpiente Jumara quedó completamente inmóvil, con la cabeza mortalmente herida por el afilado cuchillo de Kata Juta y éste perdió el conocimiento como consecuencia del esfuerzo realizado, además del golpe recibido en la caída, apenas se sorprendió cuando, al recobrar otra vez el conocimiento, se despertó en la cueva. Bujari, que se encontraba arrodillada junto a él, le daba palmaditas en la mejilla, intentando desesperada que abriera los ojos.
-¿Dónde estoy?. ¿Qué ha pasado?, -preguntó, incorporándose con cierta dificultad.
Bujari le explicó entonces todo cuanto había sucedido. Por lo menos, todo aquello que se refiere al enfrentamiento con Jumara, porque no era capaz de comprender cómo habían regresado a la cueva, como tampoco había comprendido cómo habían salido de ella, llegando hasta el desierto. A ese respecto, sólo recordaba un repentino resplandor anaranjado y un segundo después el desierto desapareció, encontrándose otra vez en el interior de la cueva, precisamente en el mismo lugar frente al altar donde se encontraba el Boomerang Mágico.
Kata Juta, recuperado, observó a su alrededor. Aparte de los bunyips –aunque su aspecto continuaba produciéndole escalofríos, su temor hacia ellos se había mitigado-, había tres nuevos personajes, cuyas peculiares características le hizo preguntarse quiénes serían. También vestían unas curiosas túnicas, similares a las que utilizaban los bunyips, aunque de color dorado. Uno era un niño de corta edad; otro un hombre adulto, y el tercero, un anciano en cuyas manos, arrugadas y temblorosas, se podía apreciar un largo cayado confeccionado con una rama de eucalipto.
Fue éste último quién habló en primer lugar, con una voz ronca y débil, diciendo:
-Soy el Donante de Tiempo del Pasado.
-Yo soy el Donante de Tiempo del Presente, -dijo el hombre adulto.
-Y yo soy el Donante de Tiempo del Futuro, -se presentó a continuación el niño.
Después, dijeron los tres al unísono:
-El tiempo no tiene importancia. Sólo la vida es importante. Tu deseo ha sido cumplido. El Pasado se ha corregido, modificando el Presente y ofreciendo una nueva oportunidad al Futuro. La fuerza del amor, añadida a tu valor lo han conseguido. Ahora podéis marchar en paz.
Suele ocurrir que cuando se regresa de un viaje, desandando el camino ya conocido, éste, por alguna curiosa razón, parece generalmente más corto. Por lo menos así se lo pareció a Kata Juta y a Bujari, cuando un buen día, después de dejar atrás Ulurú, las Montañas Azules y el gran Desierto Rojo, se encontraron en las cercanías del poblado Anangu.
No se hacían preguntas con respecto a la facultad que tenían los bunyips y los Donantes de Tiempo de aparecer y desaparecer a voluntad, como si fuera la cosa más natural del mundo, porque comprendían que eso era un misterio de la Magia de los Dioses, y estos guardaban celosamente sus secretos.
Tampoco esperaba Kata Juta ser recibido como un héroe en el poblado, ni siquiera teniendo un pensamiento vanidoso –todo el mundo lo tiene alguna vez-, pues al fin y al cabo era un ser humano. Y había aprendido que ser humano significaba aceptarse uno mismo tal y como se es, con sus virtudes y sus defectos; con su entrega y su solidaridad.
Se sentía feliz, inmensamente feliz cuando abrazó a Lungkata y comprobó que éste se hallaba completamente recuperado. Es más, ni siquiera recordaba haber sido mordido por una hormiga ungwatafungi, faltando muy poco para que durmiera el Sueño de los Dioses.
Por supuesto, Bujari fue homenajeada también. En realidad, Kata Juta no dejaba de reconocer que, de no haber sido por su ayuda, posiblemente él no hubiera conseguido llevar a feliz término su misión. Pero había algo más. Algo maravilloso que había ido germinando en su corazón, con la misma intensidad a como las raíces de un árbol se agarran a la tierra.
Pero claro, eso forma parte de otra historia, cuya pista se encuentra en los profundos lazos que a partir de entonces unieron a los pueblos Anangu y Warramungu.

F I N

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